Primero mataron a su hermano y tres días después mataron a su papá. Esto pasó hace 11 años cuando la estudiante de segundo año Camila Pineda vivía en San Pedro, Honduras en el pueblo en donde nació y vivió con sus padres y sus hermanos. “Era más libre en Honduras,” ella dijo. “No hay muchas leyes, y si hay, son violadas por la policía y la misma gente que las hace.” Su papá era dueño de un rancho en San Pedro Sula en donde se encontraba luchando para evitar meterse en enre dos con pandillas. Las pandillas trataron persistentemente de persuadirlo para que les hiciera favores, las pandillas querían que él les escondiera drogas en su propiedad. Él se negaba cada vez que venían, pero una noche la pandilla le dejó en claro que habrían consecuencias negativas si no accedía a ayudarlos.
Cuando él salió a tirar la basura, encontró un cuerpo desmembrado en una bolsa de basura. Esta fue una indicación inequívoca de que él y su familia no estaban a salvo. “Mi papá se fue a esconder con mi abuela, quien vivía en un área que estaba bien escondida cerca de unas playas,” Pineda dijo. “Se fue por unos días y cuando regresó se sintió más calmado.” Las cosas estuvieron calmadas por un tiempo, hasta que un día unos de sus hermanos desapareció una noche. “A mi hermano le gustaba estudiar en la noche,” ella dijo. “Le gustaba estudiar cómo ser barbero porque le gustaba cortar cabello. Notamos que empezó a hacer cosas malas. Él les explicó a mis papás por qué hacía estas cosas, que no tenía otra opción. Y un día no regresó a la casa.” Tres días después que su papá reportó desaparecido a su hijo, lo mataron.
“Después que mataron a mi hermano mi mamá se hizo más fuerte,” Pineda dijo. “Mi mamá nos cuido como mamá soltera mientras que atendía su tortillería. Mientras que sus condiciones financieras empeoraban, las amenazas seguían. Su mamá decidióque iban a emigrar a los Estados Unidos. “Mi madre dijo que quería una vida mejorpara nosotros,” ella dijo. En el 2018, otro de sus hermanos desapareció. Cuando alguien reportó que lo vieron vivo, su mamá de Pineda los dejó en esperanza de encontrar a su hijo. La madre de Pineda regresó a Honduras, dejando solos a Pineda y su hermano pequeño en su viaje a los Estados Unidos. “Yo me dije a mi misma que lo podía hacer, y qué podía hacer el viaje,” Pineda dijo. “Porque mi tía iba a venir después, mi mamá me dejó tres mil pesos, yo le dije que lo iba a hacer.” Aunque el viaje es muy peligroso, ella sabía que iba a valer la pena cuando llegara a los Estados Unidos. “Cuando crucé el río me detuvieron con mi hermanito,” Pineda dijo. “Mientras que estaba cruzando, nos robaron y nos quitaron nuestro dinero y nuestras joyas.
Pero eso no importaba porque lo más importante era cruzar, sabía que cuando cruzara el río ya habría llegado a mi destino.” Después de no poder encontrar a su hijo, su mamá emprendió el viaje de nuevo hacia el norte y se reunió con sus hijos en los Estados Unidos. Sintió que por fin pudo comenzar una vida nueva. “Después de dos meses, mi mamá regresó con nosotros,” ella dijo. “Y ahora está aquí con nosotros trabajando como niñera. Ella siempre decía que solo se quedó con dos hijos. Lo vive como una nueva oportunidad que la vida nos dio, porque hay una gente que muere en el camino.”
Muchos otros estudiantes han tenido la misma experiencia haciendo el viaje a los Estados Unidos. Nacido y criado en Jalapa, Guatemala Caleb Fuentes estudiante de segundo año llegó a los Estados Unidos con su hermano en agosto del 2021 cuando tenía 16 años. “Cuando yo era pequeño trabajaba con mi papá,” él dijo. “Mi padre tenía un negocio vendiendo café, aprendí mucho de allí, aunque lo ayudé casi toda mi vida, era duro; mi hermano y yo no éramos queridos. Por eso me fui de mi casa. Me sentí más en Pineda y libre.” Fuentes vivió solo por tres años antes de viajar a los Estados Unidos. IncaPineda de soportar su situación en Guatemala, él y su hermano encontraron a alguien que los podía llevar a los Estados Unidos esperando así una vida mejor. “Desde el día que el “coyote” nos trajo y había mucha gente con ellos y me sentí más a salvo,” él dijo. “Sentí que no estaba solo.” Temiendo que fueran atrapados y asesinados por la policía o por criminales, muchas personas querían bajarse del autobús y volver a sus países.
“Sufrimos mucho porque estás apretado en espacios pequeños con varias personas contigo,” Fuentes dijo. “Llegando a Monterrey, México nos subieron a un camión con 17 personas. Eso sí fue difícil porque hacía mucho calor y aparte de eso se sentía como si el aire se acababa, mucha gente se enfermó incluyendo mi hermano, afortunadamente, se recuperó.” El grupo pasó dos días en Monterrey, donde las condiciones eran implacablemente brutales. “Si tenías dinero comías y si no, entonces te tenías que morir de hambre,” él dijo. “Tuvimos que dormir en una habitación con otras 20-30 personas. Algunas personas tenían que dormir de pie o sentadas porque no había espacio.” La situación dio un giro aterrador cuando los perros policías percibieron el rastro del grupo, la policía los arrestó. “Seguí corriendo, pero finalmente el perro me alcanzó y me agarró por la parte de atrás,” él dijo. “Ahí fue cuando mi hermano optó por volver a Guatemala y yo me entregué a migración. Gracias a Dios estoy aquí, ahora agradezco poder estar aquí,y ahora todo depende de mí para seguir adelante.” Un mes antes que llegara Fuentes, Karla Luax estudiante de segundo año llegó a los Estados Unidos en el mes de julio del 2021.
Ella vivió en la ciudad de Guatemala, una ciudad con alrededor de un millón de habitantes. “Era bonito pero muy peligroso,” ella dijo. Cuando ella y su primo cruzaron la frontera de México, fueron detenidos por oficiales de inmigracion. Fueron arrestados y tuvieron que quedarse en un albergue por 60 días. Sabiendo que no podían quedarse allí decidieron escapar por una ventana. “Cuando la inmigración nos agarró, se llevaron todo nuestro dinero y nuestras bolsas de ropa,” ella dijo. Inmediatamente después de cruzar la frontera, tuvieron que entregarse a las autoridades de inmigración y aduanas. Debido a que eran menores de edad, la agencia gubernamental se ocupó de su situación. Otro estudiante de segundo año Carlos Rodrigez se vio obligado a abandonar Honduras debido a serias dificultades económicas. El Banco Mundial informa que la tasa de pobreza allí es de casi el 65 por ciento, mientras que el 42 por ciento de los hondureños viven en la pobreza. Vino a Estados Unidos en Septiembre del 2021. “No es como este país donde uno tiene más oportunidades, allá no hay tantas,” él dijo. “Fue difícil, pero gracias a Dios pudimos salir.’’ Después de inscribirse aquí, no fue fácil para él adaptarse. “Los primeros días fueron difíciles porque no conocía a nadie,” Rodrigez dijo.
Para muchos recién llegados, especialmente de los países más pobres, ir a la escuela en Estados Unidos es un choque cultural. Los recursos educativos están más disponibles aquí y el aprendizaje se considera una prioridad más alta. “Hay muchas oportunidades en esta escuela y muchos maestros que realmente quieren que sus alumnos aprendan,” Pineda dijo. A medida que las escuelas se esfuerzan por acomodar a una población cada vez mayor de nuevos inmigrantes, los estudiantes reconocen que sus maestros intentan hacer que la escuela secundaria de Van Nuys sea más inclusiva y acogedora para los recién llegados. Sin embargo, ellos cree que los eventos escolares podrían ser más diversos e incorporar a más personas que no hablen inglés. “Para la mayoría de las actividades escolares solo veo estudiantes que nacieron aquí,” Fuentes dijo.
“En las obras de teatro, por ejemplo, son las únicas personas que hablan inglés en cada escena.” La mayoría de los recién llegados quieren aprender inglés, pero a menudo se sienten excluidos porque puede ser difícil comprender los matices del idioma. Rodrigez practica hablar inglés tanto como puede, pero poco a poco va dudando de sí mismo. “Tengo muchas ganas de aprender inglés,” dijo. “Práctico en privado yo mismo y cuando voy a McDonalds práctico allí ordenando en inglés, creo que hago un buen trabajo pero me siento avergonzado.” Al igual que Luax, Fuentes encuentra formas de sortear la barrera del idioma. “Trato de ir con lo que sé, pero a veces saco el traductor de Google,” Fuentes dijo. “Puede ser difícil, pero siempre trato de encontrar una manera de comunicarse.” Sus desafíos no se han limitado al campus de la escuela. Fuentes ha experimentado discriminación racial por parte de un supervisor en su lugar de trabajo. “Antes de tener mi auto, tomaba el autobús a mi trabajo y llegaba tarde,” él dijo.
“Mi jefe me decía que era irresponsable, pero mi trabajo está a 30 minutos de mi casa y le pedía que entendiera que no tenía auto, entonces llegar a tiempo era difícil. “Una vez se me acercó y me dijo que no quería que latinos trabajaran para él. Me sentí muy mal por esto, pero no me despidió porque sabe que yo soy el que más trabajo hace allí.” Fuentes no tuvo más remedio que seguir trabajando allí debido a sus circunstancias económicas. Desde que llegó a los Estados Unidos ha ido a la escuela y ha trabajado tanto en la construcción como en restaurantes para ayudar económicamente a su familia. “Es muy racista, pero por necesidad, tengo que aguantar,” dijo. A pesar de esto, está agradecido de tener amigos con los que puede relacionarse y a los que puede acudir en busca de apoyo. Las dificultades que atraviesan muchos inmigrantes en este país, ponen en duda la noción de que el llamado “Sueño Americano” sea una realidad. “Ahora que estoy aquí, puedo ver cuán difíciles son las cosas en realidad,” Pineda dijo. “Vine aquí con la idea de trabajar, pero primero tengo que estudiar.” Aún así, Pineda mantiene la esperanza en el futuro a medida que se le presenten más oportunidades. La escuela de su hermano le ayudará a encontrar y pagar un apartamento donde no tienen que proporcionar documentación legal.
Ella considera que la fe es su fuerza motriz mientras persevera en la vida. “He escuchado otras historias de estudiantes que han vivido una vida difícil,” Pineda dijo. “Yo siempre digo que lo último que se pierde es la fe. Siempre me digo a mí misma que algún día volveré a ver a mi hermano.” Al igual que Pineda, Luax cree que su origen no le impedirá lograr sus objetivos. “Mi amiga y yo queremos ser enfermeras y trabajar con ancianos,” ella dijo. “Yo no creo que por no ser de aquí no pueda llegar a eso.” Fuentes también ha trazado todo tipo de planes y objetivos para sí mismo después de terminar su educación. “Me gustaría ser camionero, así como iniciar un negocio en Guatemala,” Fuentes dijo. “Ahora que voy a cumplir 18 años, mi plan es invertir dinero en la plantación de café en la que trabajaba mi papá porque yo trabajé en ella toda mi vida. He aprendido que hacer todas estas cosas debería traer mucho dinero. Planeo seguir adelante.” Alienta a otros a seguir avanzando en tiempos de lucha y les asegura que el trabajo duro al final da sus frutos. “Puse mucho esfuerzo en la vida,” él dijo. “Sigue empujando. Sé que la vida es dura, pero si tienes fe puedes hacer cualquier cosa. Mi abuelo decía que si tienes un quetzal , y eres inteligente y sabes cómo ahorrarlo, algún día lograrás tener un millón de dólares.”